Es hora de partir hacia La Habana. Maletas en mano y ataviados con pullovers y gorra se disponen a embarcase hacia la terminal de trenes. Atrás quedan meses de preparación, discusiones de documentos base, asambleas de balance, procesos de elección de delegados directos, reuniones preparatorias y consultas a puertas cerradas en las oficinas del Partido provincial.
Minutos antes abordar el expreso hacia Occidente, se despiden de las principales autoridades provinciales; a lo lejos suena la música de una conga acompañada quizás de la canción identificativa de la magna cita. Kilómetros de viaje e incomodas horas sentados en un asiento de tren es el precio a pagar para llegar a una ciudad que se despierta como el Olimpo, la morada de los dioses.
En la Terminal Central de Ferrocarriles vuelven a sonar las congas –están quizás los Guaracheros de Regla. Con los maletines en las manos se encaminan hacia los dirigentes nacionales -y quizás algún funcionario del Comité Central- quienes le darán la mano y la bienvenida. A las afuera, los relucientes ómnibus Yutong esperan a los delegados. El viaje hacia la villa será cuestión de segundos. Cual celebridades, las calles rendirán pleitesías a sus huéspedes de lujo anunciados por el sonido y la presencia de motos escoltas de tránsito. Otra conga a la entrada de la villa, se vive un ambiente de fiesta, el congreso ha comenzado. Continúa leyendo “Cuba, los congresos, la catarsis y la gaveta.”
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